Nueva Zelanda es un país que ha despertado mi curiosidad desde hace años, en parte por su aislamiento, sus paisajes maravillosos y también porque cada persona que conozco que lo ha visitado regresa cambiado de una u otra forma. Recuerdo cuando yo estaba en Torres del Paine, en el año 2014, hablando con un viajero francés que me preguntó: ¿cuál es tu siguiente plan luego de este viaje? y sin titubear le respondí hacer la Working Holiday Visa en Nueva Zelanda. Por lo tanto, este plan siempre estuvo en mi inconsciente hasta que unos años después finalmente tuve la oportunidad de aplicar para obtener esta visa y para mi sorpresa, dos días después me llegó la aprobación. Había deseado tanto ese momento pero el tener la visa en mis manos hizo real la situación de que iba a vivir durante un año en un país completamente desconocido e iba a emprender otra vez una nueva aventura en mi vida. El miedo es paralizante para todos, pero al mismo tiempo este mismo sentimiento puede convertirse en una gran oportunidad para darle un cambio radical a tu vida. El miedo puede ser una herramienta positiva que te desafía a salir de tu “zona de confort”.
Dejar la vida que construí en Chile no fue fácil, como relaté anteriormente en este post, pero la oportunidad de vivir en Nueva Zelanda es un privilegio que no todos tienen y me sentía preparada emocionalmente para dar ese gran paso. Mentiría si digo que no dudé de mi capacidad de lograrlo varias veces, también fantaseé en dejar el plan de lado y quedarme en Chile siguiendo mi habitual rutina, pero sabía que si no lo intentaba eventualmente me arrepentiría, así que en una semana empaqué toda mi vida en mi
mochila, me despedí de todas las personas que quiero y empecé un nuevo capítulo.

El paraíso: la isla de Urupukapuka
Apenas puse un pie en Nueva Zelanda, todo empezó a fluir mágicamente y supe que ésta iba a ser una experiencia emocionante. Había escuchado historias de terror de personas que llegaban al aeropuerto y pasaban varias horas mientras les revisaban el equipaje, pero en mi caso, al llegar a Auckland, las personas que trabajan en inmigración me recibieron con una sonrisa y apenas mostré mi pasaporte lo sellaron y pasé rápidamente a recoger la maleta. Antes de poder salir del aeropuerto, la aduana revisa tu equipo de trekking (botas, carpa etc…) en busca de suciedad y les dan una limpieza. En menos de 15 minutos tenía mi equipo limpio y lista para salir. Afuera me estaba esperando Armando, un primo de mi primo que no sólo se tomó el tiempo de buscarme en el aeropuerto, sino que también muy amablemente me ofreció su casa para quedarme hasta tener un plan sobre qué hacer en Nueva Zelanda. Este era otro tema que me provocaba ansiedad, no tener ningún plan definido al llegar, sólo esperaba que las cosas resultaran bien (¿confianza o ingenuidad?).

El gran volcán Taranaki
Los primeros días en NZ fueron extraños, porque estaba completamente perdida sin ideas claras de qué hacer. Mi amiga Sydney (a quien conocí mochileando en Bolivia hace 4 años) por casualidades de la vida estaba en Auckland también, y al igual que yo, con la misma visa, y decidimos encontrarnos. Nos dimos un gran abrazo y me contó de los planes que tenía de viajar por la isla norte durante un par de meses y luego buscar trabajo. Mi plan original era buscar trabajo apenas llegara a Nueva Zelanda, pero al presentarse esta oportunidad me pareció increíble poder conocer un poco del país antes de asentarme en algún lugar, así que al día siguiente nos pusimos en marcha junto a Ms. Figg (así nombramos al carro que Sydney compró y que sería nuestro vehículo para esta aventura).

The Pinnacles en Coromandel
Sydney tenía una idea general de todos los lugares que quería visitar y para ser sincera hasta ese momento ni me había sentado a ver el mapa de Nueva Zelanda, así que durante el recorrido fuimos decidiendo qué lugares visitar. El primer destino era llegar desde Auckland a Cape Reinga – el punto más norte de Nueva Zelanda- a una distancia de 421,8 km. En el camino visitamos una cueva donde habitan unos gusanos que brillan en la oscuridad, infinidad de playas que se parecen a las playas del Caribe, pastos verdes con miles de vacas y ovejas, pueblitos tan pequeños en donde sólo hay una gasolinera. Luego de Cape Reinga bajamos por el lado este de la isla: recorrimos Coromandel, y pasamos año nuevo en Rotorua, seguimos hasta Taranaki uno de los volcanes más visitados de NZ para finalmente llegar al Parque Tongariro donde estoy desde hace un par de meses trabajando. Este segundo recorrido fueron 772,3 kms. Durante todo este viaje acampamos donde pudimos: en playas, parques nacionales, patios y hasta un par de veces dormimos dentro del carro. Fue un mes lleno de aventuras y con infinidades de historias para contar que iré relatando en los próximos posts que escriba.

Acampando en la playa cerca de Cape Reinga
Un mapa del recorrido del viaje:
Qué mejor manera de comenzar esta aventura en Nueva Zelanda que visitando todos estos lugares emblemáticos de la Isla Norte junto con la mejor compañera de viajes y haber tenido la suerte de conseguir trabajo dentro de un Parque Nacional que tiene infinidades de bellezas naturales que conocer. El plan actual es pasar el invierno acá y luego conocer la Isla Sur. Es impresionante como un país puede ser tan hermoso y variado de paisajes. Estoy impaciente por seguir conociéndolo y seguir contándoles al respecto.
3 comments
INCREIBLE ♥️♥️♥️♥️ La mejor de todas
Te amo <3
[…] les contaba en mi post anterior, mi amiga Sydney y yo empezamos nuestro roadtrip por Nueva Zelanda saliendo de la ciudad de […]