¿Por qué viajar a Mendoza?
– ¡Porque los pasajes están baratos!
Esa era mi respuesta cuando decidimos ir a Mendoza. Una llamada rápida a mi amiga Carla y un par de días después partimos sin ningún plan y algo que he aprendido viajando, es que la mejor decisión es dejar que todo fluya y te aseguro que cuando dejas las cosas en manos del destino, te vas a sorprender por como todo se va dando. Tomamos el vuelo y en un par de horas estábamos en Mendoza. Apenas llegamos al hostal Windmill Hostel nos recibió Julieta con mapa en mano y un sinfín de planes. En unos diez minutos ya teníamos nuestra semana planificada. El Windmill es el típico hostal de mochileros y me encantan estos lugares porque puedes relacionarte con personas que normalmente no tienes la oportunidad de conocer en la vida real, personas de distintos países que comparten tu misma pasión de salir de la rutina y conocer el mundo.
El primer día arrendamos unas bicis y partimos a recorrer las famosas viñas de Mendoza. La primera parada fue “MEVI”, donde ofrecen almuerzos exquisitos con vista a las viñas e incluyen el vino, pero no una copa, sino una botella entera. Carla y yo aprovechamos la oportunidad para hablar de la vida junto a nuestras copas, acostadas en un sofá admirando los viñedos. Cuando nos terminamos la última gota, con dificultad nos levantamos para seguir recorriendo los viñedos con nuestras bicis. Luego de una sesión de fotos improvisada en mitad de la calle la cual no fue tarea fácil si hay que esquivar autos y mantener el equilibrio, llegamos a “Viñas del Cerno”, donde degustamos lo que se convertiría en el mejor vino que hemos probado hasta ahora: un espumante Brut, que nos gustó tanto que terminamos comprando dos botellas para traer a Santiago. Al entregar las bicis, nos esperaba más vino. Resulta que al terminar el tour, teníamos la opción de probar el vino hecho por el mismo dueño del negocio de las bicis, en un “bar” donde él mismo te atiende y te sirve todo el vino que quieras. No hace falta decir que aprovechamos la oportunidad porque sería un crimen rechazarlo. Después de un largo día de degustación, llegamos al Hostal y conocimos a Igor, de Brasil, y a Francisco, de Chile, una pareja que se había conocido mochileando y estuvimos hasta tarde conversando y escuchando su historia de amor.
El segundo día nos levantamos temprano, porque nos iban a recoger al hostal para cabalgar. Después de unas horas, llegamos a una casa en mitad del campo donde nos recibió un verdadero gaucho argentino y nos presentó a nuestros caballos. A mí me tocó el temible Miguel. Rápidamente aprendimos que no es fácil esto de cabalgar. Nuestros caballos estaban más interesados en disfrutar el paisaje tranquilamente que pasear junto a nosotras, pero como en toda relación, respetamos sus deseos y también nosotras lo tomamos con calma. Había momentos en los cuales a Miguel le provocaba cabalgar más fuerte, sin aviso alguno y sentía que mis órganos se iban a salir de mi cuerpo, pero en los últimos 10 minutos del recorrido le agarré el truco y creo que logramos una conexión aunque haya sido breve.
Luego de un paseo hermoso por el campo, llegamos de nuevo a la casa y nos dimos una vuelta esperando a que el asado estuviese listo. Notamos que en la piscina había una decenas de ranas y nos preocupamos porque claramente se habían caído y no sabían cómo salir de esta trampa, así que dimos inicio a la misión “Di SI a la vida” junto a una pareja chilena que habíamos conocido y coincidentemente eran enfermeros. Rescatamos unas 10 ranas que parecían agradecidas, pero no hubo caso con una que no quería la libertad y se rehusaba a salir de la piscina. La misión nos abrió el apetito, y justo a tiempo el asado estaba listo, así que entramos a la casa en donde nos esperaba un rico asado y por supuesto, más vino. Compartimos largo rato con argentinos, chilenos y franceses. Fue una cena en donde cada persona, a pesar de ser de países y costumbres distintas, nos unimos en este momento especial y fue una noche única e inolvidable. Al irnos, nos quedamos pensando en hacer voluntariado en ese lugar, tal vez en un futuro cercano.

Misión “Di SI a la vida”
El tercer día nos levantamos bien temprano para hacer un tour en donde recorreríamos la naturaleza de Mendoza. Emocionadas por salir nos quedamos esperando y esperando, hasta que, 2 horas después nos pasaron a recoger ya que al parecer se habían olvidado de nosotras. En fin, finalmente llegamos al bus junto al resto del grupo y entramos a Uspallata, que es una ciudad que se encuentra cercana a la frontera con Chile. En frente de nosotras de desplegó un vasto paisaje rodeado de montañas de unos colores pasteles. A pesar de la belleza del camino, siempre me ocurre que apenas estoy en un transporte en movimiento me quedo dormida. Culpo a mis padres porque cuando era pequeña, la única manera de hacerme dormir era pasearme en auto por la autopista. Hasta hoy en día al estar en un auto, bus o tren, es inevitable que empiece a cabecear, así que me perdí de admirar la mayor parte del camino a Uspallata, pero no importa, porque subimos a unos andariveles que nos ofrecieron una vista panorámica del valle y no me sentí tan culpable de haber dormido todo el camino. Estuvimos largo rato admirando las vistas y tomándonos las fotos obligatorias desde todos los ángulos posibles y bajamos para volver al bus para ir a almorzar.

Uspallata en todo su esplendor
En el camino una pareja de españoles le preguntó al guía si podrían bajarse en el Parque Provincial Aconcagua y hacer un trekking corto hasta la laguna Horcones desde donde son unas 4 horas hasta llegar a Confluencia que es el primer campamento para subir al Aconcagua, que con sus 6960,8 msnm. es el más alto del continente. Uno de mis sueños es algún día subir esta montaña, así que salté ante la oportunidad de verla aunque sea de lejos. Tiré de Carla y dije ¡NOSOTRAS TAMBIEN VAMOS! nos bajamos y por una módica suma de $20 pesos, hicimos un trekking corto hasta la laguna. Los paisajes fueron surreales y ni que decir el poder ver al majestuoso Aconcagua al frente de nosotras. Tengo que admitir que me emocioné porque fue algo completamente inesperado tener esa oportunidad y me sentí agradecida por estar experimentando ese momento con Carla que sabe de mi amor por el montañismo. La sensación de paz es tal que no quieres irte pero teníamos que regresar al bus y además empezó a soplar un viento muy fuerte, así que con tristeza emprendimos el camino de vuelta. Al parecer el almuerzo estuvo bueno porque estuvimos esperando bastante tiempo a que regresaran a buscarnos y en ese rango de tiempo el viento aumentó bastante de manera que tuvimos que refugiarnos detrás del cartel de “Bienvenida al parque” y acurrucarnos hasta que llegara el bus a recogernos.

El majestuoso Aconcagua a la distancia
La última parada fue el Puente del Inca, que es una formación rocosa que se produjo por la erosión hídrica del río Las Cuevas y creó un pasaje a través de las morrenas (sedimentos por el retroceso de glaciares) depositados en el valle. Las aguas minero-termales cementaron luego la zona con una carcasa de hierro, lo que le otorgó su curiosa forma y un colorido en los tonos del naranja, amarillo y ocre. Si no hubiésemos tenido la suerte de haber hecho ese trekking del Aconcagua, el tour hubiera sido tan especial, pero esa decisión de un segundo hizo que todo valiera la pena. Llegamos al hostal y era noche de asado! Realmente pensé que ningún país podía superar a Chile con su obsesión con el asado, pero los argentinos son dignos competidores. Aprovechamos de comer y luego tomamos el vino en la terraza con varios amigos del hostal. Un final redondito al día.

Puente del Inca
Para nuestro penúltimo día, queríamos relajarnos y decidimos ir a las termas Cacheuta. Preferimos hacerlo por nuestra cuenta, así que fuimos a la terminal para tomar un bus que nos llevara hasta allá. Son unos 38km de recorrido, así que sólo salen buses temprano y luego hay uno que vuelve a Mendoza al final de la tarde, así que hay que estar pendiente de los horarios. Las termas están ubicadas en una zona cordillerana y el río Mendoza corre encajonado entre rocas inmensas. Hay un montón de piscinas de distintas temperaturas, que van desde lo helado, hasta el nivel de caliente que te derrite la piel. Es un lugar bastante turístico: al llegar encontramos que las piscinas más calientes estaban repletas de personas así que nos decidimos por un punto medio y literalmente nos quedamos dormidas contemplando el paisaje. Es recomendable quedarse máximo 10 minutos metidas en el agua, ¡pero nosotras estuvimos unas 3 horas! Estamos vivas que es lo que importa y sin daños aparentes. Este fue nuestro último día de actividades.
Antes de irnos aprovechamos para comprar recuerditos para traer a Santiago y pasear por la ciudad. La ciudad de Mendoza está llena de sorpresas y cada barrio y calle tiene su encanto. Nuestra favorita fue la calle Arístides Villanueva, que es bastante parecida al Bellas Artes en Santiago, Es una calle bohemia llena de pubs y lugares para comer. Decidimos despedirnos de Mendoza en el Hangar 52, un pub de cervezas artesanales con una vibra genial. Brindamos por los lindos momentos que tuvimos durante el viaje.
Mendoza fue una grata sorpresa, a pesar de ser una ciudad pequeña, tiene una gran variedad de panoramas, los paisajes son hermosos, la gente es tremendamente amable (de verdad que nos sentimos muy bienvenidas), los nuevos amigos, y en especial , porque todo fluyó de manera mágica y aún nos quedó mucho por conocer. No subestimen a Mendoza, que es mucho más que una ciudad de viñedos.
2 comments
Me encantan tus escritos , Eli. Muy buenas tus descripciones y las fotos. Sigue disfrutando de tu trekking . Pero no me asustes con tus videos de escaladas en roca viva. .
Te quiero y te deseo mucha suerte en tu próximo proyecto
Tia Lili
Tia gracias por el apoyo siempre 🙂 jajaja no sabia que habias visto ese video! y esa ruta era muy facil.. jaja. Te quiero mucho