Un año después de mi viaje a la carretera austral, no podía sacarme de la cabeza la idea de seguir viajando. Ese viaje cambió el rumbo de mi vida y me hizo darme cuenta de que el mundo es demasiado grande y maravilloso para no salir a conocerlo así que desempolvé mi mochila y decidí conocer el norte de Chile.
Este nuevo capítulo empieza con una difícil despedida, dejando atrás a una persona muy importante para mi pero en ese momento sentí que tenía que seguir mi sueño de seguir conociendo así que tuve que tomar una decisión importante y elegí viajar.
Hasta La Serena fueron 7 horas en bus y al llegar compré el pasaje para ir a Valle del Elqui, específicamente a Pisco Elqui, un viaje que tomó 2 horas. Llegué ya cuando estaba anocheciendo y empecé a caminar buscando campings para quedarme esa noche pero como era temporada alta los precios eran caros y decidí buscar otras opciones. Después de caminar un rato divisé una casa, así que se me ocurrió pedirle permiso a la señora que vivía ahí para poner mi carpa en su patio por esa noche, la Sra. Lila me dijo que sí y al empezar a armar la carpa empezaron a llegar más personas. Geanette, Koen, un holandés que al conocer a esta familia se volvió un miembro más e Iván y su novia Maria Eugenia. Enseguida me invitaron a tomar once con ellos y pasamos una noche increíble intercambiando historias y tomando melón con vino. Dormí mirando el cielo estrellado.
A la mañana siguiente desayunamos juntos, nos despedimos y partí hacia el Santuario de la Naturaleza en el pueblo de Alcohuaz. Hice dedo y caminé unos 6 km hasta llegar a un portón de madera donde me dijeron que sólo los comuneros podían entrar. Me fui un poco decepcionada pero tuve suerte porque justo pasó un auto que me volvió a dejar en Alcohuaz, de ahí a Horcón y luego de nuevo a Pisco el Elqui. Ahí me recomendaron hacer el tour del Pisco que sólo costaba luca en “Los Nichos“. Fue un tour súper interesante donde te enseñan acerca de la historia del pisco, la manera correcta de tomarlo y luego dan un tour a la bodega donde el dueño del fundo invitaba a sus amigos a tomar y este lugar era tan emblemático para ellos, que varios pidieron ser enterrados ahí mismo. El poder del Pisco. También cuenta la leyenda de que sus espíritus siguen vagando en ese lugar.
Al salir era hora de buscar otro lugar donde poner mi carpa y al preguntar me dijeron que el Mirador Baquedano sería una buena opción. Empecé a caminar y traté de subir lo más posible para pasar desapercibida, lo que no me dijeron fue que el Mirador es un lugar popular para los jóvenes que se llevan un par tragos para tomar con una vista preciosa del valle, así que no pegué ojo en toda la noche por el ruido y el miedo de que iban a ver mi carpa y hacerme algo. El sol me despertó a la mañana siguiente y empezó de nuevo la rutina de hacer dedo para volver a La Serena, hacia Punta de Choros. Tres vehículos después y estaba de nuevo en la terminal. No había ningún bus que saliera hacia allá así que llegué a un hostal para pasar la noche y volver a intentarlo al día siguiente. Ahí conocí a Q, un alemán, que me comentó que quería conocer un parque llamado Bosque Fray Jorge, así que decidí acompañarlo.
Tomamos un bus hacia Coquimbo y luego hasta Ovalle. Empezamos a preguntar como llegar al parque pero nadie sabía ni donde quedaba, sólo el conductor de un bus nos dijo que nos podía acercar a Sorco y de ahí hacer dedo. Ya sintiéndome confiada en el arte de hacer dedo, convencí a Q de intentarlo y accedió. Después de un día agotador llegamos a un lugar que parecía la entrada del parque y al ver los horarios nos dimos cuenta que ya el parque había cerrado, y nos preocupamos más aún porque eran 26 kms hasta la verdadera entrada. Luego de toda esa travesía, no nos queríamos regresar así que empezamos a caminar. Unos 7 kms después, apareció una camioneta con una familia que también iban a visitar el parque, así que nos recogieron. Esa noche hicimos una fogata al lado del portón de acceso, pusimos nuestros sacos de dormir al lado, y dormimos calienticos.
A la mañana siguiente estábamos tan emocionados de finalmente entrar, y al haber dormido ahí, éramos las primeras personas en llegar. En CONAF nos dieron un mapa, y nos comentaron el pequeño detalle que faltaban ¡10 kms más para llegar! lo único que podíamos hacer era reírnos de la ironía de toda la situación. Esperamos a que llegara alguien que nos llevara, porque no íbamos a seguir caminando, hasta que una familia en una pick up nos dijo que nos montáramos en la parte de atrás, hasta que un guardaparque nos dijo que no podíamos ir ahí porque era peligroso. Creo que lo matamos con la mirada, y nos pusimos de acuerdo con el conductor en caminar un poco y volver a montarnos cuando ya no nos pudiera ver, y así hicimos.
Después de tanto viaje, teníamos las expectativas por el cielo de que este parque iba a ser lo mejor que íbamos a ver, hasta que empezamos a recorrerlo.. en silencio.. y al mismo tiempo nos miramos y ambos estábamos pensando lo mismo, que no había valido la pena tanta expectativa. Si, es un parque lindo, con una flora bastante particular, pero media hora después de haber empezado a caminar, el circuito se había acabado. Así que luego de 1 día y medio de viaje… se acabó en un abrir y cerrar de ojos, y enseguida volvimos a pensar que todavía nos quedaba volver a recorrer todos esos kilómetros para salir del parque, así que respiramos profundo, y rogamos que la vuelta fuera más fácil. Nos llevaron de regreso la misma familia hasta la entrada, y nos quedaba empezar a caminar de nuevo, esperando que nos consiguiéramos algún auto.
¿Saben esas películas western donde el pajar rueda en mitad del desierto? literalmente esa era nuestra situación. Estuvimos unas dos horas esperando que pasara alguien y nada. Yo creo que para ese momento Q resentía haberme echo caso en hacer dedo y vivir una “aventura”. Finalmente nos recogieron, y hicimos un dedo más hasta Coquimbo.
Me despedí de Q, y seguí el viaje hasta Caldera. Tomé el bus de la 1 de la mañana, y así dormí en el bus y me ahorré el hospedaje. A las 7 am ya estaba en Caldera, rumbo a Bahía Inglesa. Esta playa, según había escuchado de muchos chilenos es de las más bonitas del norte, y el agua es tibia,así que bañarse en el mar no sería causa de una hipotermia. Al llegar, se nota que todos los santiaguinos huyen de la ciudad, en busca de un poco de trópico. Conseguí un espacio en la arena para poner mi toalla, y al meter un pie en el mar, me di cuenta que el termoestato de los chilenos está malo jaja. La temperatura del agua no tiene nada que envidiarle al mar de la costa de Santiago.
Siguiente destino, Antofagasta. Ese día fueron dos buses, en total unas 15 horas de viaje y llegué a San Pedro de Atacama, un destino que anhelaba conocer hace tiempo.
Continuará